LOS PRIMEROS SIGLOS DEL CRISTIANISMO
En este periodo va a haber muy pocos cambios con respecto al lugar y a la manera de enterramiento. Sin embargo, durante los primeros años del cristianismo van a aparecer unos deseos que van a influir siglos después, durante el XIX que será el enterramiento llamado “ad sanctos”.
El creyente va a querer ser enterrado junto a la tumba del mártir. El motivo de pertenecer a la Iglesia y de entregarle su cuerpo expirado al Santo, al mártir, le excluía al cristiano de toda culpa o responsabilidad que tuviera en su “otra vida”. De esta manera, “dormirían velados por el Santo” en la Iglesia hasta despertar en el Paraíso.
Esto conlleva que la adoración por el Santo se lleve a erigir una basílica sobre su confesión. Dejando las tumbas con lápidas y las catacumbas, pasamos a otra donde impera un edificio, la basílica. En un principio éstas estaban alejadas de las ciudades, pero posteriormente, se pasa a la Iglesia Catedral o parroquial hacia el interior de las ciudades. En la Iglesia, se enterraba en sus muros, por los alrededores “in porticu”, o bajo los canalones, “sub stillicidio”. Durante muchos siglos se mantiene esta costumbre de enterramiento.
A lo largo de los siglos XII al XVIII, van variando poco a poco ciertas creencias y actitudes ante la muerte. Se vuelve con la individualización del muerto que se manifiesta a través de los sarcófagos e inscripciones. Vuelve a resurgir las inscripciones, que en siglos anteriores habían desaparecido, con el “aquí yace”, y abundan sobre todo, las inscripciones testamentarias, donde se anotaban las peticiones de servicios religiosos para después de la muerte. Ahora lo que importa es el recuerdo del difunto y no el reconocimiento del lugar exacto donde reposaba su cuerpo.
Por otra parte, la Iglesia era quien controlaba los cementerios y esto da lugar a una cierta entrada de dinero para la parroquia. Hasta el siglo XVIII, el cementerio admitía otros usos públicos como un lugar de asilo accidental “azylus circum ecclesiam”. A partir del “asilo”, se convirtió en un lugar de encuentros y reuniones, que posteriormente se fue prohibiendo mediante actas concilares.
REFERENCIAS
http://acceda.ulpgc.es/handle/10553/1893
http://www.villardecanas.es/historia/cementerios.pdf
El creyente va a querer ser enterrado junto a la tumba del mártir. El motivo de pertenecer a la Iglesia y de entregarle su cuerpo expirado al Santo, al mártir, le excluía al cristiano de toda culpa o responsabilidad que tuviera en su “otra vida”. De esta manera, “dormirían velados por el Santo” en la Iglesia hasta despertar en el Paraíso.
Esto conlleva que la adoración por el Santo se lleve a erigir una basílica sobre su confesión. Dejando las tumbas con lápidas y las catacumbas, pasamos a otra donde impera un edificio, la basílica. En un principio éstas estaban alejadas de las ciudades, pero posteriormente, se pasa a la Iglesia Catedral o parroquial hacia el interior de las ciudades. En la Iglesia, se enterraba en sus muros, por los alrededores “in porticu”, o bajo los canalones, “sub stillicidio”. Durante muchos siglos se mantiene esta costumbre de enterramiento.
A lo largo de los siglos XII al XVIII, van variando poco a poco ciertas creencias y actitudes ante la muerte. Se vuelve con la individualización del muerto que se manifiesta a través de los sarcófagos e inscripciones. Vuelve a resurgir las inscripciones, que en siglos anteriores habían desaparecido, con el “aquí yace”, y abundan sobre todo, las inscripciones testamentarias, donde se anotaban las peticiones de servicios religiosos para después de la muerte. Ahora lo que importa es el recuerdo del difunto y no el reconocimiento del lugar exacto donde reposaba su cuerpo.
Por otra parte, la Iglesia era quien controlaba los cementerios y esto da lugar a una cierta entrada de dinero para la parroquia. Hasta el siglo XVIII, el cementerio admitía otros usos públicos como un lugar de asilo accidental “azylus circum ecclesiam”. A partir del “asilo”, se convirtió en un lugar de encuentros y reuniones, que posteriormente se fue prohibiendo mediante actas concilares.
REFERENCIAS
http://acceda.ulpgc.es/handle/10553/1893
http://www.villardecanas.es/historia/cementerios.pdf